sábado, 17 de noviembre de 2007

Análisis y comentarios entorno a “Valores y tendencias que presiden los procesos de socialización en la época postmoderna”, de Ángel Pérez

Ante todo, es necesario señalar que la intención del autor al escribir este texto dice relación con una denuncia abierta y tajante de la crisis interna y externa de la configuración moderna de los valores que han legitimado la vida social, señalando una serie de elementos que nos deben ayudar a comprender el trasfondo de la problemática en cuestión.

En primer lugar, constata en la sociedad postmoderna un “eclecticismo acrítico y amoral”, con la “primacía del pensamiento único, amorfo y débil”. Con esto, el autor trata de explicar una situación que es propia del actual orden globalizador neoliberal, en donde se confunde la integración, el pluralismo, la libertad, etc., con la pretensión de conformar una forma de pensamiento supuestamente abierto, pero que a fin de cuentas solo logra una peligrosa neutralización ideológica, formado y reproduciendo sujetos con opinión homogénea, poco definida y sobre escasas o nulas bases argumentativas. A esta situación, se suma la frivolidad con que el neoliberalismo se entromete en todos los espacios de la vida de las personas, mercantilizando las relaciones sociales, y por tanto, poniendo delante todo la competitividad grosera y destructiva en función de objetivos personalistas y egoístas. De este modo, se observa una pérdida del objeto y del sentido de la vida, llevando al ser humano a un estado de incertidumbre tanto individual como colectivo. En este sentido, como plantea Ángel Pérez, la reconciliación de paradojas y la convivencia de dilemas solo va a ser posible en la medida que no ofrezcan obstáculos al libre cambio comercial, es decir, al orden económico y social imperante.

Por otro lado, Ángel Pérez plantea que existe una “individualización y debilitamiento de la autoridad”, situación en la cual la supuesta “elección individual” y la independencia de la tradición, fundadas en un falso sentido de la liberad, terminan en una secularización religiosa y política, junto con una nefasta desideologización de la sociedad. En este sentido, y compartiendo lo señalado por el autor al respecto, es posible constatar que la sociedad neoliberal sólo fomenta la individualización como separación, y no como promoción de la identidad propia.

También el autor trata sobre la importancia que reviste la información como “fuente de riqueza y poder”, en donde quien tiene el control de los medios de comunicación de masas, tiene también un instrumento de dominación y reproducción cultural. En tal sentido, la cultura debe parecer al alcance de todos, de modo de hacer creer que lo que prevalece es la igualdad y libertad de acceso. Así pues, la actual ideología dominante provoca y perpetúa la perdida de identidad, y por consiguiente, la individualización cultural. En consecuencia, el exceso de información lleva consigo el riesgo de la trivialización y la confusión de los sujetos. Además, esta importancia decisiva a la información, y en especial a la educación, puede conducir también a fomentar la discriminación y exclusión social, pues quien no posee estas herramientas está prácticamente al margen de los “beneficios” del modelo económico y político.

Otro elemento que Pérez suma a su análisis se define como la “mitificación científica y desconfianza en las aplicaciones tecnológicas”; con ello quiere evidenciar la actitud pasiva que tiene la sociedad actual con respecto al conocimiento científico, transformándose este en algo incuestionable, y que por lo demás lo reviste de un status elevado. Junto con ello, demuestra como el desarrollo científico se encuentra distanciado de sus aplicaciones tecnológicas, respondiendo más a aspiraciones personales y a los requerimientos del mercado, que a las necesidades reales de la sociedad.

La “paradójica promoción simultanea de individualismo exacerbado y de conformismo social”, que Pérez agrega a su estudio como otro elemento que da forma a la actual sociedad postmoderna, constituye una peligrosa tendencia en las relaciones sociales, pues es campo propicio para la difusión de la cultura burguesa dominante y la reproducción de sus lógicas de funcionamiento. En este sentido, el individualismo se promueve sólo como aislamiento y enfrentamiento competitivo, y el conformismo social como garantía de la persistencia del actual orden de cosas. De tal manera, se produce un viraje del eje valorativo del ser al tener, con la competitividad como guía para la realización personal y profesional, y con la aceptación pasiva de la realidad y de la cultura dominante.

Por otro lado, el autor constata la “obsesión por la eficiencia como objetivo prioritario en la vida social que aparece ante la comunidad como sinónimo de calidad”; con lo que la sociedad pasa a regirse por patrones propios de la ciencia económica, en este caso de corte neoliberal; así la premisa de que el fin justifica los medios pasa a convertirse en una práctica cotidiana y socialmente aceptada como propia de la competitividad. Además, también se pretenden medir y evaluar los procesos sociales de forma mecánica y positivista, bajo criterios propios de cualquier proceso de producción. No obstante, la lógica mercantilista con la cual funciona la sociedad actual ha provocado que la obsesión por la eficacia conduzca a un desentendimiento de la calidad misma, pues solo importa alcanzar los objetivos al más corto palazo y con el máximo de rentabilidad. En consecuencia, podemos señalar que es contraproducente e ilógico pensar que los procesos y/o relaciones sociales pueden medirse con parámetros ajenos a ellos y que por lo demás no son capaces de explicar el funcionamiento de las sociedades, que por naturaleza son mucho más complejas que una simple empresa.

Otra tendencia que el autor identifica en la sociedad postmoderna, corresponde a la “concepción ahistórica de la realidad”. Con ella se pretende imponer la economía de libre mercado como la única viable y por tanto definitiva, junto con la concepción inmovilista de la realidad social, en donde supuestamente no existe mas alternativa que el ordenamiento neoliberal, perdiéndose el sentido histórico de la construcción cultural de la realidad. Ante este complejo escenario, Pérez señala la necesidad de recuperar la utopía en el pensamiento humano, con el fin de superar la actual situación de pasividad social y crear alternativa al modelo imperante, pues este está perpetuando y acentuando cada vez más la desigualdad y exclusión social de las amplias mayorías.

Ángel Pérez también nos habla de la “primacía de la cultura de la apariencia”, en la que el poder de lo efímero y cambiante, la dictadura del diseño y de las formas, son lo que rigen el comportamiento de la mayoría de las personas, especialmente el estamento juvenil, confundiéndose cada vez mas el ser y el parecer, un parecer vació de contenido propio y enajenado. En este sentido, la vida de las personas se convierte en una mera actuación y las relaciones sociales son por tanto ficticias, inestables y faltas de confianza. En esta cultura de la apariencia los sujetos viven con la incertidumbre de su devenir, pues las personalidades se van “construyendo” sobre “cimientos” falsos e inseguros, significando ello un gran peligro para toda sociedad, pues en este sentido cada pueblo debe reconocer y valorar su pasado, su historia, sus tradiciones, su cultura; para poder crecer y avanzar a una sociedad democrática y con justicia social, construida sobre bases de confianza y solidaridad.

Directamente vinculado con lo anterior, Ángel Pérez trata el tema del “imperio de lo efímero en el paraíso del cambio”, lo que dice relación con la concepción de la novedad, el cambio y la originalidad como un valor permanente e incuestionable, en función obviamente de la vida económica y profesional. Esta situación lleva a los sujetos a una permanente inestabilidad personal y profesional, pues el deseo del cambio por si mismo no tiene satisfacción. Por otro lado, también es necesario señalar que no todos los aspectos de la sociedad reaccionan con la misma velocidad al cambio, encontrándonos en este sentido con la destrucción de tradiciones y la enajenación cultural.

También el autor trata la cuestión de la “mitificación el placer y la pulsión como criterios incuestionables del comportamiento correcto”; con ello la satisfacción del deseo personal pasa a ocupar un primer plano en la vida de los individuos, llegando de este modo al consumismo como una de las principales características de la sociedad neoliberal. En este sentido, y tal como señala Pérez, el instinto se ha convertido en el reino de la libertad, y la voluntad en el terreno de la coacción. Todo esto adquiere un rasgo de normalidad que es legitimado por la lógica del libre mercado.

Por otro lado, el autor se pronuncia sobre “el culto al cuerpo y la mitificación de la juventud”; se trata de una idílica exhibición de una juventud atemporal con un cuerpo de diseño, que unos desean alcanzar y la mayoría añora en silencio. La moda se ha transformado en sinónimo de juventud, por lo que la población adulta también cae en estas lógicas banales. En consecuencia, aquí también estamos en presencia de la influencia neoliberal con su superficialidad mercantil y utilitarista.

Finalmente, y en respuesta/opción a la actual orden social, Ángel Pérez constata la emergencia y consolidación de los movimientos alternativos; aquí destacan el feminismo y el ecologismo. Estos movimientos que pretenden construir una sociedad bajo nuevos parámetros, alejados de las lógicas mercantilistas de neoliberalismo, y centrados más bien en la justicia social, han estado demostrando las contradicciones del modelo y contribuyendo con ello a su agudización. En este sentido, en el caso de la situación de la mujer, podemos ver como el neoliberalismo ha hecho de ella un símbolo e instrumento de placer, utilizándola como mercancía, y por tanto, posible de transar en el mercado.

No obstante la complejidad del actual orden de cosas, para poder avanzar en su transformación es necesario en primer lugar identificar la influencia de éste en cada ámbito de la vida social, con el objeto de poder desactivarlo y construir alternativa.

sábado, 27 de octubre de 2007

Comentarios a los capítulos 1 y 5 de Revisión de políticas nacionales de educación (OCDE, 2004).

En el capítulo 1 el autor realiza una revisión de lo que es el sistema educacional chileno en la década de los 90, identificando su estructura organizacional, políticas y resultados al respecto.

Con respecto a la obligatoriedad de la educación media desde el año 2004, se puede establecer que no obstante esta medida conduce a una mayor y mejor preparación de los jóvenes chilenos para enfrentar los diferentes desafíos en la vida, el Estado de Chile no garantiza todas las condiciones materiales para que todos los estudiantes puedan cumplir con tal obligación.

Las principales causas estructurales de la crisis del sistema educacional chileno corresponden a las derivadas de la reforma descentralizadora y privatizadora de 1981, en plena dictadura militar. En este sentido, la municipalización de la educación escolar pública y la creación de instituciones educacionales con subvención estatal provocó importantes desigualdades en el acceso a educación de calidad, siendo el factor monetario un condicionante directo en tal situación, pues las mayorías de escasos recursos económicos deben resignarse a recibir una formación de bajo nivel en la gran mayoría de los casos.

Con respecto al gasto publico entregado a educación por parte del Estado chileno, es necesario en primer lugar reconocer el importante aumento que este ha sufrido desde 1990, llegando al año 2001 a un 4.4% del PIB. Sin embargo, aún estamos lejos de un nivel de financiamiento estatal significativo, que hable de un país en que la educación es un tema prioritario; como el caso de Cuba, en donde el estado invierte un 11% de su PIB en educación.

Actualmente, la estructura legal que rige a la educación superior deriva de una serie de decretos promulgados durante los años 80 y una LOCE, aprobada un día antes del “termino” de la dictadura militar. De acuerdo a esto, la educación en Chile se ha transformado en un producto más de consumo, cuya oferta y demanda obviamente se transan en el mercado, lo que ha provocado situaciones tales como la apertura de carreras que la economía chilena no necesita, y junto con ello la inexistencia de campo laboral en muchas disciplinas.

El aumento en la cobertura entre los jóvenes pertenecientes a grupos de ingreso medio y bajos no ha ido de la mano en la mayoría de los casos de un mejoramiento en la calidad de la educación.

Si bien es cierto que el Estado chileno a partir de la década de los 90 destinó mayor financiamiento a la educación superior, lo hizo bajo la lógica de una educación mercado, en donde este solo asume un rol de subsidiario, que dista bastante del rol “promotor” que le asigna el autor de este capitulo.

Junto a lo anterior, y tal como señala el autor, el gobierno de la transición decidió no revertir el proceso de municipalización ni cambiar el modelo y mecanismos de financiamiento establecidos en 1981, con lo cual ha mantenido unas estructuras que provocan grandes desigualdades en el acceso a educación de buena calidad para todos los niños y jóvenes chilenos, limitándose a generar políticas y estrategias que no logran terminar con la considerable brecha existente entre establecimientos para estudiantes provenientes de familias con alto poder adquisitivo y otros para aquellas con escasos recursos económicos para financiar la educación de sus hijos.

La Reforma curricular, como esfuerzo por “ajustar los contenidos y objetivos de los programas de estudio para enfrentar las necesidades de la sociedad y el conocimiento cambiantes”, se constituye en un elemento mas que nos indica cómo el sistema educacional chileno se adecua y esta en función de los requerimientos del modelo neoliberal.

Por otro lado, la Jornada Escolar Completa (JEC) no ha logrado resolver el tema de la calidad y la equidad en la educación chilena, significando, sobre todo para los estudiantes, “más de lo mismo”, es decir, en la mayoría de los casos esta no ha cumplido con su objetivo inicial de alcanzar una formación íntegra de los niños y jóvenes chilenos.

Finalmente, y de acuerdo a lo que señala el autor, podemos ver que se han producido avances importantes en temas de acceso y cobertura, disminución de la deserción, mejoramiento de las condiciones materiales, asistencia social, cambios en las prácticas docentes, entre otros logros. Sin embargo, el principal desafío que queda es avanzar en un mejoramiento sustancial de la calidad de la educación, sobre todo pública, y en este sentido el Estado debe asumir un rol y participación mucho mayor a como lo ha estado haciendo en las últimas décadas.


En el capitulo 5 de Revisión de políticas nacionales de educación, el autor nos entrega un análisis sobre la educación media en Chile, dando especial énfasis a la de tipo técnico-profesional.


Tal como señala el autor, la distribución de estudiantes entre el sistema académico y el técnico-profesional se manifestó en poca representación de los pobres en la modalidad general y sobre representación en la modalidad técnico-profesional. Esta situación se debe principalmente a que los estudiantes pertenecientes a los quintiles de menores ingresos de la población ven en la educación técnico-profesional una oportunidad de conseguir un mejor nivel de vida al corto palazo y a un bajo costo. Sin embargo, la realidad vivida por los jóvenes que egresan de este tipo de formación en la mayoría de los casos, o no se encuentran trabajando en lo que efectivamente estudiaron, o bien están sin empleo.

Las reformas de los años 90 entorno a los establecimientos secundarios, si bien, como señala el autor, permitieron que los establecimientos de enseñanza media aumentaran sus matriculas y redujeran las tasas de repetición y deserción, aun no terminan con la clasificación que se produce entre escuelas para diferentes sectores socio-económicos.

En cuanto a la educación media técnico-profesional, los cambios implementados al respecto han estado dirigidos a mejorar la capacidad y productividad de la industria chilena y para elevar la calidad e la educación. Sin embargo, lo que el sistema termina produciendo es mano de obra barata con un cierto grado de especialización.

Junto a lo anterior, podemos señalar otra vez más cómo el neoliberalismo ha penetrado en la educación chilena, al apoyar el Banco Mundial una iniciativa para mejorar las destrezas de la fuerza laboral chilena a través del programa de educación y capacitación Chile Califica, que tiene como objetivo la fundación de un sistema de aprendizaje y capacitación sistemático permanente con la participación del sector privado.

Un avance importante en la transformación de la educación media técnico-`profesional lo constituye el hecho de que los establecimientos de este tipo tienen la posibilidad de diseñar sus propios currículos, adaptados a las necesidades de destrezas ocupacionales a nivel local. Además, y tal como señala el autor, el sistema de educación vocacional no tendría que crear barreras a los estudiantes para el acceso a la universidad. Sin embargo, en este último punto, la realidad nos indica que los estudiantes de tales establecimientos presentan grandes dificultades a la hora de ingresar a la educación universitaria.

Otro aspecto que es necesario reconocer a las reformas, es el hecho de que estas consiguieron una reducción sustancial en el número de ocupaciones, de unas 400 a 46, entregando una oferta mas ajustada a la realidad económica nacional.

Un aspecto importante que influye en la calidad de la educación entregada por los establecimientos técnico-profesionales es el poder contar con los espacios físicos y el equipamiento necesario para alcanzar una formación optima.

La reforma aplicada a los establecimientos técnico-profesionales debe seguir considerando la relevancia de la formación que entregan, un mejoramiento de la calidad y una medición acabada del desempeño de los estudiantes egresados.

Finalmente, en cuanto a la educación técnica superior, se hace necesaria la existencia de una institución de educación superior que forme en docencia a quienes en los liceos técnico-profesionales deben entregar conocimientos a los estudiantes.

sábado, 22 de septiembre de 2007

El proceso de Evaluación: realidades y desafíos


Las concepciones que históricamente se han tenido de la evaluación aluden fundamentalmente a una acción separada del proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que ha producido a su vez una distorsión del sentido de la educación formal, siendo ésta funcional a necesidades ajenas al sujeto que se está formando. Sin embargo, el concepto de evaluación ha sufrido una evolución considerable desde fines del siglo XIX, pues tal como sostiene Ahumada (2005) ésta ha transitado desde un “acto de juzgar el valor de las cosas” hacia una concepción que centra su atención en la toma de decisiones.

Pedro Ahumada en su libro “Hacia Una Evaluación Auténtica Del Aprendizaje” (capitulo 2), sostiene que en la actualidad se acepta una “concepción ecléctica de la evaluación”, es decir, ésta recoge los mejores aportes de las diversas teorías sobre el proceso evaluativo para lograr una mejora de éste a partir del mismo proceso de enseñanza-aprendizaje, en donde el estudiante sea participe en forma directa de la construcción de su conocimiento. No obstante, aun se sigue abordando la evaluación como un fenómeno aparte del proceso de enseñanza-aprendizaje.

La aplicación de un nuevo paradigma sobre la evaluación, independiente de su grado de acierto, se ha visto históricamente obstaculizada por la existencia de prácticas contrarias a las pregonadas, en el aula. Además, a esto se suma la separación que se hace entre teoría y práctica, no entendiendo que éstas se deben fusionar en un proceso dialéctico que permita alcanzar la concretización integral de la nueva propuesta, pues ésta no tendrá el efecto esperado si sólo se aplica parcialmente y no en su totalidad. Un ejemplo de la división entre teoría y practica lo podemos encontrar en el alejamiento que se produce entre los planteamientos de académicos especialistas en evaluación y las prácticas del docente en el aula, que siguen ancladas en paradigmas obsoletos y ajenos a las necesidades de los estudiantes. En este sentido, el método de evaluación universalmente aceptado y el más aplicado, la prueba o examen, se transforma en un gran impedimento a la hora de aplicar un nuevo sistema de evaluación, cuando se le sigue utilizando como la única herramienta para evaluar los aprendizajes.

En relación a lo anterior, Ahumada sostiene que los exámenes en general y las pruebas en particular han ido constituyendo un espacio de convergencia de un sinnúmero de problemas: sociológicos, políticos, psicopedagógicos y técnicos. Esto quiere decir que el examen ha resultado ser para la sociedad la mejor herramienta para evaluar y certificar el grado de conocimiento de una persona, visión positivista de la realidad que busca una supuesta objetividad en las cosas, pero que no resuelve el problema de fondo, en este caso, el hecho de que el aprendizaje no se produce íntegramente sumado a la separación que se establece entre el proceso de enseñanza-aprendizaje y la evaluación.

Existen, según Pedro Ahumada, ciertos “marcos que rigen las pruebas”, es decir, parámetros sobre los cuales construir medios de pruebas. En este sentido, sostiene que “las diversas teorías de la medición sirvieron como marco en el diseño e implementación de los procedimientos de pruebas”. Con esto, lo que se hizo fue utilizar paradigmas de medición ajenos al ámbito de la educación e implementarlos en el proceso de evaluación. A partir de lo anterior, se ha concebido el nivel de “dificultad” y de “discriminación” como condicionantes para determinar si un instrumento de evaluación es válido técnicamente. Ante esto, el estudiante se encuentra con una evaluación que busca ponerle trabas en lugar de determinar su nivel de aprendizaje y, por otro lado, produce una separación entre alumnos “buenos” y “malos”. Esto conduce a la imposibilidad de poder comparar el real aprendizaje de estudiantes que han rendido diferentes pruebas y en contextos también desiguales. El problema se complica aún más cuando se pretende medir el grado de conocimientos a partir de pruebas estandarizadas a un nivel superior (local o nacional), pues se está desconociendo una compleja realidad que va desde la diversidad de habilidades hasta lo heterogéneo de los contextos en los cuales se educan los estudiantes. Ejemplos de estas pruebas los podemos encontrar en Chile, en la PSU y el SIMCE, sistemas de selección y medición a partir de parámetros nivelados a nivel nacional, bajo los cuales se establece el tipo de estudiante estándar que puede ingresar a la educación superior (PSU) o que cumple con los niveles óptimos de aprendizaje (SIMCE), ignorando en el hecho la complejidad de un sistema educacional elitista y que no asegura a todos los estudiantes chilenos las mismas condiciones de estudio. En consecuencia, el sistema educacional chileno se ha transformado en una pirámide trunca, pues sólo egresan de éste un bajo número de estudiantes, en relación al total que ingresó y que en su mayoría quedó en la base o en un nivel intermedio de la pirámide.

En vista de esta compleja realidad, Ahumada sostiene que la alternativa pasa por la implementación de un “sistema alternativo de evaluación”. En éste sistema los esfuerzos están orientados a mejorar el aprendizaje y orientar a los estudiantes en la construcción de su propio conocimiento, valorando la evaluación como un proceso consustancial al aprendizaje mismo, es decir, no separado y posicionado en un lugar terminal, además de considerar los conocimientos previos y la diversidad de los estudiantes, y los contextos en los cuales estos se forman, con el fin de alcanzar aprendizajes significativos para éstos. No obstante, y tal como sostiene Ahumada, “gran parte de sus nuevos planteamientos no se cumplen o se ignoran, porque las normas administrativas y las condiciones laborales no lo permiten”, ante esto, la solución pasa fundamentalmente por transformar la normativa vigente y crear condiciones laborales de los docentes aptas para el desarrollo de un nuevo sistema de evaluación. Además, es fundamental comprender que una nueva forma de llevar a cabo la evaluación se debe implementar de forma integral, y no de manera sectorial, pues de lo contrario los beneficios de ésta no se van a poder apreciar.

Un elemento importante de este nuevo sistema es la funcionalidad que le asigna a la evaluación, pasando a resaltar las funciones diagnóstica y formativa, entregándole menor relevancia a lo sumativo. Con lo anterior, la evaluación ya no es vista separada del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino como parte de éste, ni tampoco alejada de los intereses e inquietudes de los estudiantes, siendo posible un aprendizaje significativo para éstos.

Para lo anterior, obviamente no se pueden seguir empleando los procedimientos de evaluación tradicionales como las pruebas escritas u orales, sino que se deben utilizar nuevas formas, tales como mapas conceptuales, elaboración de graficas, ensayos, etc., con lo cual el proceso, y no los resultados, adquiere un lugar central.

No obstante los beneficios de estos nuevos planteamientos para la enseñanza de los estudiantes, nos encontramos en la actualidad con una serie de obstáculos que impiden avanzar hacia un sistema de evaluación más equitativo, entre los cuales el más significativo es el hecho de confundir el proceso de evaluación con calificación o nota y de asignar a esta última un valor de cambio transable en el mercado. Problemática de tipo estructural que es necesario solucionar para pasar a una concepción de la evaluación como un proceso formación y no de segregación.

sábado, 25 de agosto de 2007

El proceso de evaluación: condicionantes; concepciones y actitudes del evaluador


El proceso de evaluación en el sistema educacional chileno, en la mayoría de los casos, es decir, en las escuelas y liceos municipalizados, se transforma en un conjunto de acciones orientadas a la obtención de información y su posterior registro en forma de calificaciones (notas), a pesar de la Reforma Curricular que se desarrolla en Chile desde la década de los 90. De esta manera, el docente termina por realizar prácticas alejadas de los ámbitos psicológicos, sociales, culturales, éticos, etc. En este sentido, la evaluación otorga más importancia a los resultados cuantitativos (calificaciones o notas) ante el proceso mismo de enseñanza-aprendizaje.

Ante esta situación, lo importante es descubrir el trasfondo de la problemática, pues mientras en el proceso de evaluación estén involucradas relaciones personales y sociales, este se va a ver afectado y condicionado por influencias de diferentes tipos. Según Miguel Santos Guerra, especialista en Didáctica y Organización Escolar, de la Universidad de Málaga, la evaluación que se realiza en las instituciones esta penetrada por dimensiones psicológicas, políticas y morales.

No obstante lo anterior, podemos sostener además que el principal factor condicionante lo constituye el sistema capitalista de producción, con su actual modelo neoliberal, pues en éste el sistema educacional no hace mas que perpetuar la diferenciación de clase y el sometimiento de las mayorías por parte grupos o clases reducidas, pero con el poder económico y político en sus manos, además de transformar la educación en un bien más de consumo tranzable en el mercado. En este sentido, el proceso de enseñanza- aprendizaje debe llevar en su seno los elementos esenciales de la cultura burguesa (propiedad privada, sistema político “democrático”, libertad de empresa, de consumo, principios éticos y morales, etc.), los cuales se transmiten a las grandes masas populares en forma explicita e implícita (curriculum oculto), por lo cual la evaluación también debe seguir el cumplimiento de este proceso. De tal forma, la evaluación se confunde con calificaciones y no pasa de un hecho terminal, pues la sociedad capitalista asigna a las calificaciones un valor de cambio con el cual el estudiante o futuro profesional se debe desenvolver eficientemente en tal sociedad competitiva e individualista.

Miguel Santos Guerra en su artículo “Dime como evalúas y te diré que tipo de profesional y de persona eres”, publicado el año 2003 en la Revista Enfoques Educacionales de la U. de Chile, sostiene que la evaluación esta condicionada por factores tales como las prescripciones legales, supervisiones institucionales, presiones sociales, condiciones organizativas, entre otros, los que se manifiestan de forma clara en la forma de evaluar del docente. En consecuencia, de acuerdo al tipo de evaluación y la forma en cómo esta es abordada, es posible revelar las concepciones del evaluador, sus actitudes y principios éticos.

De acuerdo a lo que se señala mas arriba, lo más probable es que el evaluador, debido a la poderosa influencia de la cultura neoliberal basada en la competitividad descarnada, la eficiencia y el individualismo, opte por dejarse arrastrar por tal influjo (consciente o inconscientemente), o bien se vea “obligado” al funcionar de acuerdo a la lógica del sistema educacional y/o de su institución educativa.

Por todo lo anterior, podemos concluir que las formas de llevar a cabo el proceso de evaluación y sus resultados no son tanto causa sino consecuencia de la lógica mercantil de funcionamiento de nuestra sociedad. Por tanto, la solución a tal problemática y la implementación de un proceso de evaluación en función de los aprendizajes y no de los resultados cuantitativos debe ser en torno a un proceso de enseñanza-aprendizaje que permita al estudiante desarrollarse integralmente como sujeto social de cambio, crítico y solidario.

jueves, 12 de julio de 2007

Tendencias o corrientes de la Didáctica



En primer término, es necesario precisar que el concepto de Didáctica no es una transposición mecánica que implique la suplantación de un conocimiento por otro: el conocimiento cotidiano por el conocimiento científico, sino que este es construido principalmente por los estudiantes. Aquí el conocimiento escolar no es una simplificación de una disciplina científica, pues no pertenece al conocimiento científico, ni al conocimiento cotidiano que portan los alumnos, sino que es una categoría distinta de conocimiento que se construye en la relación dialéctica entre ambos. En este sentido, el profesor juega el rol de traducir los contenidos curriculares abstractos a formas que tengan potencialidad significativa para los estudiantes, facilitando de esta manera una mejor y más amplia comprensión de los contenidos planificados, además de un grado de asimilación de los mismos que permita al educando ir construyendo su conocimiento sobre bases sólidas.

La importancia de la didáctica aumenta a la hora de ser capaz de dar soluciones a los problemas de la enseñanza, que son siempre situacionales, por lo que requieren de soluciones contextualizadas de acuerdo con las características específicas de la experiencia educativa.

Con respecto a las tendencias de la didáctica actual, analizaremos las tres principales macro-corrientes: Tradicional, Tecnocrática y Crítica, y cómo esta última puede contribuir a la implementación del curriculum crítico y su desarrollo paralelo.


En primer lugar, tenemos la corriente tradicional, que data del siglo XVIII, donde la autoridad y el orden son sus principales fundamentos. El aprendizaje es pasivo y se limita a la mera recepción de conocimientos por parte de los alumnos. La enseñanza es verbalista, autoritaria y se rige por un "método". La relación maestro-alumno es vertical, la que establece una dependencia del maestro quien toma las decisiones porque él es quien posee el conocimiento.


Por otro lado, existe la corriente tecnocrática, a partir de los años 50, de carácter técnico, instrumental y neutral. El aprendizaje se limita a la elevación del nivel académico a través de la recepción de conocimientos. La enseñanza es despersonalizada, no toma en cuenta las condiciones sociales y es cientificista. En la relación maestro-alumno hay un esquema lineal de comunicación donde el alumno es un receptor y el maestro es controlador de estímulos, respuestas y reforzamientos, es decir, este último trabaja con los principios del conductismo y el condicionamiento. El conocimiento es pragmático y utilitarista.


Finalmente, tenemos la corriente crítica, que surge en la segunda mitad del siglo XX, cuestiona las corrientes didácticas anteriores y propone la reflexión colectiva (maestros y alumnos) sobre problemas comunes. El aprendizaje es difícil separar de la enseñanza porque parte del análisis de la problemática social, estableciendo la acción como un aspecto importante del proceso. La enseñanza implica un proceso de conciencialización, revalora la formación docente y propone nuevos elementos para el proceso de aprendizaje. La relación maestro-alumno se estrecha, se discute la relación de poder y sus contradicciones. El conocimiento es constructivista, pues parte de la problematización de la realidad para una transformación social.


En torno a esta corriente es donde la implementación del curriculum crítico y su desarrollo paralelo alcanzan su mayor desarrollo didáctico. A partir de una didáctica critica, va a ser posible llevar a cabo de mejor forma el diseño curricular y/o el Proyecto Educativo Institucional, pues se pueden crear las condiciones necesarias para que aquel proceso de enseñanza-aprendizaje, en donde tanto el alumno como el docente son participantes activos en la construcción del conocimiento, se desarrolle en toda su amplitud y signifique un ambiente y experiencias gratas para el estudiante, que es en el fono el centro del proceso educativo.

lunes, 23 de abril de 2007

Ideas en torno al Enfoque curricular socio-crítico


¿Por qué suele suceder que los estudiantes de las clases dirigentes de la sociedad logran aprehender mucho más rápido los conocimientos entregados, en comparación con sus homólogos de la clase trabajadora, y son capaces de alcanzar más fácilmente el éxito profesional?

Quizás la respuesta a esta problemática la podríamos encontrar en la motivación de los educandos ante el proceso de enseñanza-aprendizaje; en los recursos tecnológicos que posea cada unidad educativa; en la preparación pedagógica del profesor; en el tipo de establecimiento (privado, particular-subvencionado o público), etc. Todos estos factores no dejan de ser determinantes, sin embargo, existe también otro elemento de gran importancia en el proceso de enseñanza aprendizaje, y que dice relación con el “capital cultural” de los educandos, es decir, todos aquellos conocimientos y experiencias que los estudiantes poseen a priori y que les permiten posicionarse de mejor manera frente a la sociedad y a la adquisición de nuevos conocimientos. En este sentido es que el origen social de los educandos juega un rol trascendental en su futura formación escolar, pues en el caso de los niños de los sectores mas acomodados de la sociedad existe una clara ventaja en su capital cultural con respecto a sus pares de los sectores mas postergados, dando origen así, en el sistema de enseñanza formal, a las claras desigualdades del sistema educativo que mas tarde se presentaran de un modo mas marcado (Simce, PSU). Esta situación se agrava cuando existen, como en Chile y muchos otros países del mundo, escuelas para ricos y otras para pobres, ofreciendo – tal como lo plantea la corriente crítica – un producto diferente para cada clase o grupo social.

A partir entonces de esta realidad – en donde influyen por cierto factores de diversa índole - es que se van generando las condiciones para la reproducción de las relaciones sociales del sistema capitalista. Y aquí es donde la corriente curricular socio-critica nos plantea una relación existente entre: la estructura y funcionamiento de la organización escolar, con la estructura y funcionamiento de las organizaciones políticas y económicas. En este sentido, Bowles y Gintis (economistas) también nos hablan del principio de correspondencia en el que se sustenta la formación de personalidades para el buen funcionamiento de la economía, generando y reproduciendo de esta manera jefes y obreros para el sistema de producción.

¿Qué hacer ante tal realidad socio-educativa?

La tarea es compleja, pues no basta solo con generar incentivos a los estudiantes pobres e implantar la meritocracia como medio de superar las iniquidades existentes, pues ya se esta partiendo de una base desigual (capital cultural y económico). Es así como “la educación reproduce la desigualdad, justificando privilegios y atribuyendo la pobreza al fracaso personal” (Bowles y Gintis, 1981). En consecuencia, es necesario en primer lugar identificar el currículum oficial (impuesto por las clases dirigentes de acuerdo a sus propios intereses y concepciones) y luego desenmascarar el currículum oculto que posee el sistema educativo o cada unidad educacional, para de esta forma pasar a la construcción de un currículum critico contextualizado, es decir, uno en que prime el pensamiento crítico y reflexivo de los estudiantes junto con el docente, y se de lugar al derecho a la diferencia y singularidad del alumno y su entorno social.


Generadas estas condiciones será posible avanzar hacia una nueva pedagogía, un nuevo hombre…una nueva sociedad.

Porque la enseñanza no es sólo describir el mundo sino transformarlo…

“Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón…” Víctor Jara

lunes, 9 de abril de 2007

Paradigmas Educativos para la educación chilena

¿Qué tipo de educación queremos para los niños y jóvenes de Chile?
¿Cuál es nuestro proyecto país?, si es que existe

Son interrogantes que creo deberíamos resolver antes de pensar en cual es el mejor paradigma educativo, pues no es extraño que la discusión se empiece al revés y terminemos siempre en un laberinto sin salida tratando de buscar la formula mágica que nos solucione el problema, o bien, cuando se trata de implementar un nuevo paradigma o modelo educativo, no siempre se adapta a nuestra realidad y suele terminar en fracaso.

En primer lugar, deberíamos empezar por identificar el actual modelo educativo (que se acerca a una especie de transición de un paradigma Conductista a uno en que se busca, si bien no del todo, la construcción del conocimiento entre los alumnos y el profesor) y someterlo a un análisis critico que nos permita conocer sus fallas y aciertos, para luego ver, si es necesario, la aplicación o búsqueda de un nuevo modelo.

En segundo termino, si queremos formar sujetos sociales de cambio, lo más idóneo seria la implementación de un modelo educativo basado en la valorización de las relaciones interpersonales, es decir, un Paradigma Sociocultural. Sin embargo, aparte de buscar el mejor modelo es necesario, como señalé anteriormente, adaptarlo a nuestra realidad concreta y a partir de allí empezar su aplicación. No obstante, no siempre un modelo por si solo va a significar la salida definitiva, siendo necesario el aporte de otros paradigmas – en este caso, podría ser el paradigma Cognitivo (ejercitación y desarrollo de los procesos y operaciones mentales) –, lo que puede dar paso a un modelo educativo propio.

En tercer lugar, creo que siempre debe primar una visión holística de la realidad en la cual se esta trabajando, pues aquellos cambios que se necesitan en la educación en materia de modelos o paradigmas educativos, currículo, entre otros, no dependen siempre del trabajo de docentes y/o teóricos, siendo necesario identificar también aquellos problemas estructurales en la educación (LOCE) y la sociedad chilena (modelo económico y político).

Finalmente, considero muy necesario incluir a los estudiantes universitarios y también de nivel medio en la discusión – especialmente a los estudiantes de pedagogía, psicología, sociología, etc. – para buscar soluciones entre todos y avanzar en la construcción de una educación y una sociedad mas democrática en donde la primera este al servicio de la segunda y no en función del mercado.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Comentario I

Creo que en esta asignatura existe una instancia super importante para discutir y relexionar sobre dos temas centrales y que son los que le dan el nombre a esta asignatura (El Curriculum y La Evaluacion). Esto debido a que, por un lado el curriculum consituyeun medio tracendental en la formacion de los alumnos y puede llegar a perpetuar la estratificacion de la sociedad (curiculum oculto, principalmente) y por otro lado, la evaluacion, o mejor dicho, los medios de evaluacion son muchas veces injustos y no consideran la diversidad de los estudiantes.

Eduardo