jueves, 12 de julio de 2007

Tendencias o corrientes de la Didáctica



En primer término, es necesario precisar que el concepto de Didáctica no es una transposición mecánica que implique la suplantación de un conocimiento por otro: el conocimiento cotidiano por el conocimiento científico, sino que este es construido principalmente por los estudiantes. Aquí el conocimiento escolar no es una simplificación de una disciplina científica, pues no pertenece al conocimiento científico, ni al conocimiento cotidiano que portan los alumnos, sino que es una categoría distinta de conocimiento que se construye en la relación dialéctica entre ambos. En este sentido, el profesor juega el rol de traducir los contenidos curriculares abstractos a formas que tengan potencialidad significativa para los estudiantes, facilitando de esta manera una mejor y más amplia comprensión de los contenidos planificados, además de un grado de asimilación de los mismos que permita al educando ir construyendo su conocimiento sobre bases sólidas.

La importancia de la didáctica aumenta a la hora de ser capaz de dar soluciones a los problemas de la enseñanza, que son siempre situacionales, por lo que requieren de soluciones contextualizadas de acuerdo con las características específicas de la experiencia educativa.

Con respecto a las tendencias de la didáctica actual, analizaremos las tres principales macro-corrientes: Tradicional, Tecnocrática y Crítica, y cómo esta última puede contribuir a la implementación del curriculum crítico y su desarrollo paralelo.


En primer lugar, tenemos la corriente tradicional, que data del siglo XVIII, donde la autoridad y el orden son sus principales fundamentos. El aprendizaje es pasivo y se limita a la mera recepción de conocimientos por parte de los alumnos. La enseñanza es verbalista, autoritaria y se rige por un "método". La relación maestro-alumno es vertical, la que establece una dependencia del maestro quien toma las decisiones porque él es quien posee el conocimiento.


Por otro lado, existe la corriente tecnocrática, a partir de los años 50, de carácter técnico, instrumental y neutral. El aprendizaje se limita a la elevación del nivel académico a través de la recepción de conocimientos. La enseñanza es despersonalizada, no toma en cuenta las condiciones sociales y es cientificista. En la relación maestro-alumno hay un esquema lineal de comunicación donde el alumno es un receptor y el maestro es controlador de estímulos, respuestas y reforzamientos, es decir, este último trabaja con los principios del conductismo y el condicionamiento. El conocimiento es pragmático y utilitarista.


Finalmente, tenemos la corriente crítica, que surge en la segunda mitad del siglo XX, cuestiona las corrientes didácticas anteriores y propone la reflexión colectiva (maestros y alumnos) sobre problemas comunes. El aprendizaje es difícil separar de la enseñanza porque parte del análisis de la problemática social, estableciendo la acción como un aspecto importante del proceso. La enseñanza implica un proceso de conciencialización, revalora la formación docente y propone nuevos elementos para el proceso de aprendizaje. La relación maestro-alumno se estrecha, se discute la relación de poder y sus contradicciones. El conocimiento es constructivista, pues parte de la problematización de la realidad para una transformación social.


En torno a esta corriente es donde la implementación del curriculum crítico y su desarrollo paralelo alcanzan su mayor desarrollo didáctico. A partir de una didáctica critica, va a ser posible llevar a cabo de mejor forma el diseño curricular y/o el Proyecto Educativo Institucional, pues se pueden crear las condiciones necesarias para que aquel proceso de enseñanza-aprendizaje, en donde tanto el alumno como el docente son participantes activos en la construcción del conocimiento, se desarrolle en toda su amplitud y signifique un ambiente y experiencias gratas para el estudiante, que es en el fono el centro del proceso educativo.